En enero pasado hice una tournée asiática con paradas en Shanghai y tres ciudades más. El viaje no ha hecho sino reafirmarme en mi impresión de que, pese a ser un estado de corte comunista, tiene en sus ciudades el capitalismo más salvaje que he conocido. Todo el mundo -a excepción de los ancianos- recorre las calles con un teléfono móvil de última generación o un reproductor de mp4 colgado al cuello (en Europa aún estamos en la era del mp3...) La gente pasea, compra billetes de avión de Air China, productos europeos y americanos (los originales o sus correspondientes copias) Es posible que Shanghai impresione por su tamaño, pero a mi lo que de verdad me sorprendió fue su velocidad: de crecimiento, de adaptación y de captación de oportunidades. Velocidad mezclada con la lentitud del tai-chi o de la administración. De camino al hotel desde el aeropuerto la autopista transcurre paralela a las vías del tren de levitación magnética (creo que el único que hay en explotación comercial en el ...