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Pequeñas contrariedades

Ayer, por razones que no vienen al caso, tuve que hacer uso del servicio de asistencia en carretera de MAPFRE, compañía de la que soy cliente hace años. No es la primera vez que hago uso de él y debo decir que la respuesta fue más que aceptable.

Me sorprendió, una vez más, la buena organización del servicio y el altísimo grado de capilaridad de su parque móvil, formado por centenares de grúas que operan bajo su marca dotadas de un sistema portátil de localización y comunicación de datos que se intuye bastante efectivo. Todo un ejemplo de organización logística.

No puedo decir que me gustara quedarme tirado en la carretera en algún lugar de la provincia de Guadalajara y de noche -máxime tratándose de mi primer día de vacaciones y con una buena ración de equipaje en el maletero- pero tampoco me desagrada tener que improvisar de vez en cuando. Emeterio Martín, mi abuelo, una persona extraordinaria que murió con la cabeza y el cuerpo razonablemente bien amueblados poco antes de cumplir 103 años, basaba su vitalidad en una sabia mezcla de acción y conformismo.

Hace tiempo llegué al convencimiento de que, ante las contrariedades, una actitud de frustración sólo empeora las cosas. La solución ha pasado por reducir el equipaje y montarme en el tren, desde donde escribo estas líneas -sentado por cierto junto a la hija del famoso profesor español Julio Rey Pastor, de cuyos libros hemos sacado partido varias generaciones. Curiosamente, Rey Pastor es un buen ejemplo de actitud positiva ante la frustración: de vocación militar, no superó el examen de ingreso en la Academia Militar de Zaragoza (suspendió la prueba de Matemáticas) Cambió sus planes y decidió entonces matricularse en la Universidad de Zaragoza (adivinen en qué disciplina) para llegar, años más tarde, a lo más alto en el mundo científico de habla hispana.

Disfruten del fin de semana

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